Por Bertha Vasconcelos
El tener una baja tolerancia a la frustración provoca irritación o sentimientos de depresión cuando no se obtiene lo que se desea o las personas no se comportan como queremos. Es usual que las personas que no toleran la frustración se rijan por el perfeccionismo, porque fantasean con un mundo ideal y perfecto, donde las cosas y personas son como ellas creen que deberían ser, cayendo en extrema rigidez e inflexibilidad en su forma de pensar y de ser. El Dr. David Burns apoya las teorías de los Drs. Aaron Beck y Albert Ellis, cuando afirma que el perfeccionismo incluye altas expectativas, así como “deberías” impuestos a sí mismo y a los demás. Añade que existen varias distorsiones del pensamiento, como el “leer las mentes de los demás” o el “adivinar,” que resultan bastante perjudiciales para la interacción sana entre los seres humanos.
Aunque se presenta en personas “sanas,” el no tolerar la frustración también es una de las características de diversos trastornos psicológicos, como el trastorno de personalidad borderline, trastorno de déficit de atención con hiperactividad (se presenta también en adultos y adolescentes), trastornos de ansiedad, de estrés postraumático y depresión, entre otros. Su origen en personas “sanas” podría deberse al haber crecido en ambientes con cuidados parentales percibidos como sobreprotección, o bien, donde las necesidades del bebé o infante eran satisfechas de manera inmediata.
Alteraciones en la actividad del cerebro, así como perturbaciones hormonales también provocan una irritabilidad que deriva en frustración, por lo que sería importante evaluar los niveles hormonales de tiroides, glucosa, estrógenos, progesterona, etc. para descartar una causa fisiológica a la intolerancia a la frustración. Muchas mujeres, mes a mes, presentan baja tolerancia a la frustración unos días antes o durante su periodo menstrual. Por otro lado, cuando las personas están pasando por momentos muy estresantes, serán más susceptibles a las demandas del medio ambiente provocando cambios bioquímicos cerebrales. En este caso, podría tratarse de un problema temporal reversible.
La catastrofización es acompañante entrañable de la baja tolerancia a la frustración. Cuando una persona difícilmente tolera una situación no deseada, catastrofiza, convierte las situaciones en tragedias, imagina lo peor, exagerando así su reacción cognitiva y emocional. El magnificar una situación la convierte en una tragedia, lo que traerá como consecuencia que la persona sienta que no tiene control sobre su vida o circunstancias alrededor, y puede sentirse muy desesperada o víctima.
El asumir que las personas tienen intenciones oscuras o malévolas sin existir evidencias objetivas con las cuales se compruebe esta creencia, nos habla de una generalización equivocada, la cual podría convertirse en un patrón autodestructivo o autosabotaje, debido a que la persona misma se colocará en las situaciones donde pueda hacer cumplir su autoprofecía. Normalmente las personas no se dan totalmente cuenta de que están pensando de una forma que les perjudica, de lo contrario, mejorarían su forma de pensar y no albergarían este tipo de creencias. Por ejemplo, si la creencia es que “todas las personas son indignas de mi confianza” o “este tipo de personas siempre me quiere pisotear” el individuo buscará relacionarse con personas cuyo comportamiento detone en ella emociones que haga realidad su autoprofecía. Esta misma refuerza las creencias irracionales que se ha forjado acerca del mundo, así como los sentimientos de autocompasión que le motivarán a aislarse de los demás o de aquellas personas en particular que sienta que reforzaron su creencia. El sentirse víctima es tema para otro artículo debido a la importancia de reconocerla en uno mismo.
Analizar el nivel de nuestra propia tolerancia a la frustración nos permitirá incrementarlo a voluntad. Esta se relaciona también con el tolerar nuestras emociones más intensas, como el dolor emocional o la angustia, y sin amedrentarnos. Ocurre con frecuencia que las personas sienten mucha incomodidad cuando sienten tristeza, miedo o ansiedad, por lo que reprimen su expresión o recurren a comportamientos de evasión. Las conductas de huida alivian la ansiedad o el temor temporalmente, pero a largo plazo empeorarán la calidad de vida de la persona. Por ejemplo, si una persona ha evitado por mucho tiempo el formar nuevas relaciones de amistad porque ello le produce ansiedad, el aislamiento puede provocarle a la larga, profundos sentimientos de soledad y depresión. O bien, el reprimir la ira le puede provocar crisis de angustia inesperadas o violentas explosiones. Las emociones siempre buscan su salida.
Por otro lado, si la baja de tolerancia a la frustración se ha convertido en una característica de nuestra forma de ser, convendría reconocerla como propia y comenzar a cambiar la creencia de que afuera está el problema, a fin de sustituir creencias irracionales que están saboteando nuestros mejores esfuerzos. Despojarse del perfeccionismo y los deberías, permitirá que la persona sea más flexible, menos rígida consigo misma y menos exigente con los demás.
Los seres humanos podemos aprender nuevas conductas que nos ayuden a incrementar la tolerancia a la frustración y manejar nuestras emociones de maneras más funcionales. Cuando una persona necesita algo de los demás, necesita ser asertiva y desarrollar su nivel de tolerancia, porque sabe que podría recibir una negativa, ya que en su entrenamiento en asertividad aprende que los seres humanos tenemos el derecho de decir no a las peticiones de los demás. Recordemos los elementos generales que la Dra. Mirta Flores establece como base de la asertividad: “El individuo tiene derecho a expresarse y es necesario el respeto hacia el otro individuo.” Sentirse humillado o enojado sin tener pruebas palpables de las malas intenciones de la otra persona, es resultado de una baja tolerancia a la frustración o de otro problema psicológico, aunque el hecho de no pedir nada para evitar negativas (por que las vive como rechazo) sumirán a la persona en la creencia de vivir en un mundo hostil habitado por seres indignos de su confianza, por consiguiente en desesperanza, y más tarde en depresión.
Las personas desean firmemente conseguir eso que se han propuesto, y mientras más flexibles sean aceptarán los retrasos o negativas iniciales, aunque puedan sentirse molestas y reconocer la inconveniencia de una situación. Mientras más estricta y perfeccionista sea una persona más exige o demanda la satisfacción de sus necesidades, y de no obtenerla, se frustrará. El perfeccionismo favorece la necesidad de controlar los sucesos y personas a su alrededor, por que también tiene que ver con el esperar que las personas respondan o sean de alguna manera determinada.
La capacidad de demora, hija de la tolerancia a la frustración, permite que una persona posponga sus necesidades inmediatas a favor del logro de sus metas a mayor plazo. Ejemplos: el ahorrar antes de comprarse un auto, una casa o hacer un viaje; abrir un negocio y esperar que rinda utilidades; evitar gastos fuertes en otras actividades cuando se está pagando una maestría o una automóvil; esperar a casarse cuando se está estudiando una carrera o para conocer mejor a la persona; esperar a tener relaciones sexuales o embarazarse a favor de una planeación de vida, etc. Cabe mencionar que la tolerancia a la frustración así como la capacidad de demora son atributos muy apreciados por las empresas y organizaciones gubernamentales. Actualmente son medidas por pruebas psicométricas y entrevistas en los procesos de selección.
La terapia cognitiva conductual ha probado ser efectiva en procesos de baja tolerancia de frustración, manejo de emociones y de ira, en padecimientos gastrointestinales cuyo origen es emocional como la colitis, no solamente en enfermedades psiquiátricas.
En algún artículo más adelante hablaremos sobre la resiliencia, un concepto utilizado ampliamente en la psicología infantil, educación y coaching, y que Grotberg define como la “capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas e inclusive, ser transformados por ellas.”
La próxima vez que una persona llore, se irrite o se sienta lastimada dentro de un contexto que no lo amerita, es decir, manifieste una reacción emocional desproporcionada a la situación, es probable que se esté enfrentando a un problema de baja tolerancia a la frustración o una situación donde aspectos más inconscientes juegan un papel importante y la persona no se está dando cuenta de la exageración en sus reacciones.
Si en algún momento, es Ud. quien no tolera la frustración y se siente irritable e intolerante hacia los demás, no se lacere, no se odie a sí mismo, haga algo por conocerse y aprenda a mejorar su tolerancia a la frustración, sobre todo, no se tome la vida tan en serio, ríase de sí mismo y recuerde lo que el gran Albert Ellis decía: “Todo mundo estamos chiflados.”
(Se recomienda leer la primera parte de este artículo publicado el día 29 de abril en este blog, en caso de no haberlo leído).
Lecturas recomendadas:
1. Sentirse Bien. David Burns.
2. Optimismo Aprendido. Martin Seligman.
3. Los Cuatro Acuerdos. Migue Ruiz.
4. Asertividad: Una alternativa para el óptimo manejo de las relaciones interpersonales. Mirta Flores.