No todos disfrutan al máximo la Navidad, puede ser una época de estrés extremo por diferentes razones que provoque ansiedad en lugar de regocijo. ¿Qué podemos hacer si nos encontramos entre los que «sufrimos» esta temporada?
Por Bertha Vasconcelos
Se acerca otro fin de año y en el ambiente comienza a sentirse el estrés navideño. ¿Te sientes un “Grinch”? No te acongojes, porque justo en esta época antes de la Navidad, los niveles de estrés individual y colectivo definitivamente se incrementan. ¡Tantas cosas por hacer! Con el trabajo, fin de cursos, la casa, problemas familiares, los hijos, la familia política, los regalos, la cena, las visitas, los gastos, las comidas y reuniones el estrés puede rebasarte. Los cambios en tu rutina, el impacto en lo económico y todas las emociones contradictorias que afloran pueden ser abrumadores para muchas personas. Puedes sentir ansiedad, angustia, y hasta depresión.
Según estudios, el estrés navideño afecta más a las mujeres que a los hombres. Esto se debe a la responsabilidad que usualmente se da a la mujer para planear la cena, elegir los regalos, conciliar los conflictos familiares y/o ceder ante las decisiones de los demás.
También puede surgir mayor estrés porque cambió la tradición familiar de la Navidad, debido a matrimonios, divorcios, fallecimientos, conflictos o distancia entre familiares. Con las nuevas parejas y los divorcios viene la disyuntiva de cómo acomodarse para ver a ambos padres/familias. Algunos familiares no estarán presentes y se les extrañará. Tener que ver a alguien tóxico, sentir la obligación de dar regalos, no querer estar y tener que estar. El implacable deber ser que hace infeliz a cualquier persona. Lo obligado ciertamente aumenta el estrés y desanima.
La temporada decembrina representa un estrés mucho mayor para las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido. La primera Navidad sin ella/él es la más difícil. No existe entusiasmo para celebrar. Inclusive desearían no celebrar la Navidad. Es muy doloroso pasar esta temporada sin el ser querido. Si este es tu caso, podrías evitar festejar. Pero si la familia decide reunirse, podrían aprovechar para hablar del ser amado. Es parte del duelo, hablar y compartir sentimientos, anécdotas y recuerdos de momentos inolvidables con esa persona tan importante en sus vidas. Si se trata de la madre, padre, hijo/a o pareja siempre estará presente en sus corazones. Es importante que sus descendientes los conozcan y participen en actividades que los recuerden. Es la forma de honrarlos y agradecer por su existencia y todo lo que nos enseñaron. Valorar lo que hicieron es descubrir el sentido que le dieron a su vida.
Evitar hablar de los seres queridos que han partido disminuye el dolor a corto plazo, pero el dolor explotará a mediano y largo plazo, en forma de ansiedad, depresión o alguna enfermedad. En el año 1985 viví la pérdida de dos personas muy amadas, mi hermana y mi novio. Recuerdo que mi madre y yo pasaríamos solas esa primera Navidad. Mi tío generosamente nos invitó a pasarla con su familia en su casa. Agradezco infinitamente el generoso gesto y cariño de mis tíos y primas. Fue una Navidad rara, diferente, porque mi madre y yo sentíamos un gran hueco en el corazón. Y… no hablamos de ellos, como si no hubiese pasado nada. Hoy sé que a esto se le llama evitación.
Uno de los mecanismos del ser humano ante el estrés: huir o luchar. Evitación del dolor y cualquier emoción desagradable de sentir. Por ello se recomienda recordar al ser querido fallecido hablando de anécdotas, de los momentos alegres, aprendizajes, detalles especiales que recuerde cada miembro de la familia, cantar las canciones que le gustaban, cocinar su platillo favorito para la temporada. Existen toda clase de rituales que pueden realizarse en estas festividades, desde poner un plato más en la mesa, hacer un brindis en su nombre, etc. En fin, no hay límite para la creatividad. Los niños son muy creativos para este tipo de cosas.
Para “sobrevivir” la temporada navideña, sugiero que intentes pasarla lo mejor posible. Y para ello, será preciso ser flexible y fluir. Respetar las decisiones de los demás y hacer respetar tus decisiones. Buscar la armonía y elegir bien tus batallas. No trates de controlar y suelta, te sentirás más libre y genuino. No te preocupes por los regalos, cualquier detalle que tu desees dar está bien, la reacción de los demás ya no es tu responsabilidad.
Si no puedes amar a todos, al menos perdona, pero para ello necesitas perdonarte a ti mismo. Cuando perdonas obtienes paz interior y armonía. Guardar resentimientos es dañino para la salud mental, y eventualmente lo será para tu salud física. Deja atrás el pasado, y aunque recuerdes, si hubo aprendizaje no hay nada a que aferrarse. Cuando comprendemos, ya no tenemos que perdonar.
Si no te gusta lo que vislumbras, puedes idear algo nuevo que realizar durante la Navidad, ya sea un juego, un concurso, contar chistes, etc. Por ejemplo: Podrías hacer que cada quien le diga a cada uno una cosa positiva o que admira de ella/él; o que diga que animal le gustaría ser y por qué. Yo conservo un cuaderno donde anoté lo que les gustaba a mis abuelas, padres y tíos cuál era su comida, postre, bebida, película, libro, canción favoritos, y más. Creo que este año sacaré mi cuaderno para preguntarle a los que me hagan falta en el cuaderno. Algún día será un hermoso regalo para mis descendientes. Por supuesto que yo escribí lo mío.
Recuerda que siempre tienes el control de tu vida. Nadie más es consciente de tus emociones ni pensamientos, tanto como nadie es responsable de lo que sientes y piensas, como tú no eres responsable de las emociones y pensamientos de los demás.
Si no has perdido a un ser amado, este fin de año podrías relajarte, descansar, divertirte, reír y jugar. Aprovecha el momento para no pensar demasiado. Tomar la vida demasiado en serio a veces no es sano. En ocasiones, vivir en el presente es mágico, porque en el aquí y ahora creas tu futuro.
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